Recuerdo muy bien como Concha Méndez y yo solíamos pasear por el centro de Madrid pegando nuestra cara a los cristales de las tabernas como manera de protestar porque las mujeres no podíamos entrar en ellas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, participé en una especie de laboratorio político además de colaborar en unas Misiones Pedagógicas, un ambicioso proyecto de solidaridad cultural de 1a Segunda Guerra Mundial.
Mis grandes amores fueron Rafael Alberti, Miguel Hernández y Pablo Neruda.
Realicé un mural para el desaparecido cine Los Ángeles en Buenos Aires. Allí, representé una serie de personajes sirenios, atlantes o bailarinas que celebran una armónica danza submarina, la cual tuvo mucho éxito.
También me dediqué a la cerámica y a al escenografía.
Existen varias calles con mi nombre, pero una me hace más ilusión, que se encuentra en Vivero, mi ciudad natal.
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